un audio que decía: "todos los últimos domingos del mes la comunidad rusoparlante en BA, hace una feria que es una locura, me siento en Moscú”. Ayer lo comprobé con mis propios sentidos. Ni bien llegas hay puestos con comida que nunca antes ví, panes, pescados, pickles y personas rusas por todos lados hablando en ruso y siendo felices compartiendo las costumbres con su comunidad. Entre muchas cosas hermosas me encontré con una niña que exhibía los dibujos que hacía su abuela en carpetas n°3 color rosado, con folios y apliques de stickers de gatos. Entre estas obras vi representaciones en lápices de colores del planetario, de las letras “B” y la “A” cubiertas de plantas de la 9 de julio, del obelisco y otros puntos turísticos. Su oferta: si le comprabas un dibujo te regalaba 2 stickers de gatitos Pusheen y 2 libros infantiles de su biblioteca. Traté de explicarle, pero insistió: “todavía no compró ni uno, nadie, mi abuela, menos mil, lleva todo, otro sticker.” Tuve que resistirme porque fin de mes. También había un puesto donde te hacían café a lo turco, remeras batik, libros, mucho arte en colores fluo y todo tipo de productos que despertaron mi deseo. Adentrándonos en el parque la cosa comenzó a ponerse esotérica. Tiradas de Tarot ruso, servicios de magia y servicios de videncia natural en carpas y mesitas. Como si fuera poco hacia el final del sendero vino caliente un tesoro escondido: una bola de boliche colgada de una rama reflejaba hojas de árbol y sol al sonido del punchi, punchi. Ayer lo comprobé con mis propios sentidos. Ni bien llegas hay puestos con comida que nunca antes ví, panes, pescados, pickles y personas rusas por todos lados hablando en ruso y siendo felices compartiendo las costumbres con su comunidad. Entre muchas cosas hermosas me encontré con una niña que exhibía los dibujos que hacía su abuela en carpetas n°3 color rosado, con folios y apliques de stickers de gatos. Entre estas obras vi representaciones en lápices de colores del planetario, de las letras “B” y la “A” cubiertas de plantas de la 9 de julio, del obelisco y otros puntos turísticos. Su oferta: si le comprabas un dibujo te regalaba 2 stickers de gatitos Pusheen y 2 libros infantiles de su biblioteca. Traté de explicarle, pero insistió: “todavía no compró ni uno, nadie, mi abuela, menos mil, lleva todo, otro sticker.” Tuve que resistirme porque fin de mes. También había un puesto donde te hacían café a lo turco, remeras batik, libros, mucho arte en colores fluo y todo tipo de productos que despertaron mi deseo. Adentrándonos en el parque la cosa comenzó a ponerse esotérica. Tiradas de Tarot ruso, servicios de magia y servicios de videncia natural en carpas y mesitas. Como si fuera poco hacia el final del sendero vino caliente un tesoro escondido: una bola de boliche colgada de una rama reflejaba hojas de árbol y sol al sonido del punchi, punchi.
Yendo a lo que a nosotros nos interesa, no encontré golosinas de tipo industrial, solo un
montonazo de postres y tortas caseras cuyo ruso sabor se quedará para siempre en mi memoria gustativa. Tortas con cremas livianas de vainilla y chocolate, cookies de fuerte sabor a limón, wagashis veganos y panificados con textura tipo nube. Había además, suplementos, alfajores y chocolatines con hongo melena de león, quise comprar pero no hubo forma de que el amable chico y yo nos entendiéramos, con lo cual me terminó regalando uno. También probé unos chupetines saludables de manzana desecada muy gustosos y distintos. Google dice que este tipo de manjar se llama “smovka” y muchas veces lo hacen en formas de flor o tubo, incomprobable.
Recomendadísimo para todas aquellas personas que quieran conocer esta interesante cultura. ¡Hasta la próxima!
Cariños, Naná.