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domingo, 8 de noviembre de 2020

VIAJANDO CON NANÁ: "Diga sim à felicidade". Un recorrido por el museo más dulce del mundo, São Paulo

Confusión temprana en mi cuarto. El sonido del celular constante e incordioso, insiste y retumba sobre las paredes de este espacio que además de funcionar como dormitorio hoy hace de comedor, taller y oficina—. Quisiera, una vez más, lanzarlo desde la venta hacia el vacío. ¿Es de noche? ¿Es de día? Abro un ojo por la mitad, un cartelito brilla en la pantalla y me recuerda que un día como hoy pero hace un año floté en una piscina rosada rellena con malvaviscos dentro de una dona bañada de chocolate. Hace un año viajé a São Paulo con la excusa de visitar O Museu Mais doce do Mundo y también realizar un exhaustivo relevamiento de las golosinas de un país que no solo es el mayor productor y exportador de azúcar del mundo, sino también el mayor consumidor de alimentos azucarados del planeta Tierra¹.


El museo más dulce del mundo es itinerante y efímero como los circos. Abrió sus puertas en 2018 en Lisboa y en 2019 llegó a Brasil para endulzar São Paulo y Río de Janeiro. Según la web oficial del museo, más de 80.000 personas lo visitaron en Brasil en solo 2 meses, entre agosto y noviembre del año pasado. Su cuenta de Instagram tiene 60 mil seguidores y 369 posteos donde se pueden ver algunas fotografías de sus visitantes sonriendo en las distintas salas, inspiradas en delicias azucaradas tales como: ositos gominola, bebidas gasificadas, galletitas, etc . Al día de hoy existen más de 29.000 publicaciones bajo la palabra clave #museumaisdocedomundo que muestran retratos felices de quienes visitaron el museo y obviamente yo también lo hice.  Porque está hecho para eso y hasta su eslogan lo confirma: es el primer museo pop-up digital para instagramers dulces y felices. ¿Pero yo lo soy? ¿Quiero o debo serlo? Este año iba a tener lugar en Barcelona, del 26 de marzo al 3 de mayo, pero debido a la pandemia Covid -19 debió suspenderse. Existen rumores de que pronto abrirá sus puertas en Madrid (del 27 de noviembre al 01 de enero) pero no se sabe, porque hoy el futuro próximo es mucho más incierto de lo que ya era.


La edición paulista, a la que pude asistir por gentileza de la organización del museo, se llevó a cabo en la calle R. Colômbia entre R. Estados Unidos y la Avenida Brasil, en el barrio Jardim América, zona de consulados, pequeñas galerías de arte y vidrieras de marcas extranjeras. 



Entre el silencio del barrio más caro y exclusivo de todo São Paulo, una señora intenta venderme un 2x1 en chicles sin azúcar con una cajita de cartón que se le desarma en la mano. Encuentro palmeras, rosas chinas, autos de lujo y a lo lejos un edificio que parece de acrílico cubierto por fondant rosado y señalizado con una dona gigante y fucsia glaseada con chispitas; no existen dudas debe ser aquí. Pero a simple vista esto no parece un museo, sino más bien una exposición como las de Costa Salguero luego les contaré por qué.



Mi turno es a las 11.15 hs. Un grupo de chicas con tules rosados nos dan la bienvenida y nos explican la dinámica del museo. Son 15 instalaciones y cada una corresponde a una golosina en particular. “El recorrido dura 1 hora, tendremos acceso a todas las habitaciones pero luego de pasar a la siguiente nadie podrá volver a la ruta ni comenzar la visita desde el principio”, anuncia una de las chicas que parece sacada de un manga del futuro. Antes de comenzar nos sugieren descargar la app donde encontraremos la historia y algunos datos curiosos de cada una de las golosinas. Al finalizar la explicación, nos hacen decir (con un entusiasmo imperativo de coordinador de viaje de egresados): diga sim à felicidade para luego hacérnoslo repetir más y más fuerte hasta que por fin nos abren la puerta a la primera sala que parece ser la sensación del museo. Se trata de una pileta color rosa que impacta. Está rellena con malvaviscos de goma espuma en la que te podés zambullir en una especie de sueño muy agradable y blandito que acaricia y reconforta. Pero nadie parece disfrutar demasiado, todos están más bien preocupados porque el ángulo de la cámara registre la máxima sonrisa y la mayor dimensión posible de pileta y sin personas de fondo. Le pido a uno de los encargados de tomar fotos (un chico de pelo rosa larguísimo y piercing septum a quien identifico de inmediato por tener una credencial plastificada, también rosada, con el dibujo de una cámara de fotos colgada del cuello) que me tome una foto a mi también. Él, como un hada, me extiende una mano de dedos largos y flaquitos con uñas esculpidas del tipo francesitas y yo le doy mi celu. Al sacarme la foto, me hace decirle "felicidade" y levantar los brazos. Sonrío y caigo en la trampa yo también.


Después de 10 minutos con una sonrisa te invitan a salir rápido de la pileta y te convidan con 3 malvaviscos de la marca Docile² rellenos de mermelada de frambuesa, sin perder tiempo y algo atragantada, entro en la sala de helados auspiciada por la clásica marca Kibon³. Ni bien llegás se siente una fresca ráfaga de olor a frutilla y ves helados de mentira de todos los colores que recuerdan un poco a la obra de Claes Oldenburg.

En este caso la instalación además de generar impacto también funciona como asiento si te agotaste de sacar tantas fotos, mirarlas y ponerle algún filtro.

La idea del “museo” (uso comillas porque técnicamente más que un museo se trata de una exposición) surge como “un espacio pensado especialmente para que lo imaginario se transforme en experiencias dulces y reales”. Un concepto similar a las fiestas Estilo Naná pero con presupuesto (y ¡bastante!) además de contar con el apoyo de las marcas de golosinas más importantes de Brasil (Nestlé, Docile, Bauducco, Kibon). Bueno, yo también he contado con el apoyo de varias marcas de golosinas, que en su mayoría fueron muy generosas con mi causa, pero todos sabemos que sin dinero real mucho no se puede hacer porque no existe una moneda “golosina”.
Ante la inmensidad azucarada de las instalaciones y la excitación que produce la cantidad de estímulos, no puedo dejar de pensar un poco en Expogolosinas —¡ruego que alguien se acuerde!— aquel memorable evento de los años 90 organizado en Argentina por las mejores marcas de golosinas del país donde había: juegos con golosinas, toneladas de dulces gratis y como si fuera poco la posibilidad de interactuar con el oso de Bimbo, Sugus gigantes y algún otro personaje de golosinas que mi memoria no logra recuperar; algo cercano a una especie de Disneyworld pero solo de caramelos y en La rural. Todos los datos que tengo de ese evento provienen de mis recuerdos de niña y no son comprobables porque lamentablemente no existe ningún registro fotográfico de ese día. Lo que sí sé es que, al día de hoy, mi madre se arrepiente de haberme llevado ya que, según ella, este suceso (y no otro) me condujo a ser lo que soy hoy: una crítica especializada en golosinas; alejándome infinito, de ser una persona con intereses afines a la “vida adulta”. Y en parte por eso estoy aquí, en mi carácter de crítica, paseando mis zapatillas por los 3 pisos de alfombra rosa tutti frutti, entre paredes coloreadas en tonos pasteles donde encuentro prolijamente escritos algunos mensajes subliminales. Las mejores cosas de la vida son dulces; La felicidad solo es real cuando es compartida; La felicidad no tiene edad, etc. Todas suenan simpáticas y a la vez a secta, pero no logran convencerme y se olvidaron un detalle: el acceso a la felicidad no es gratis, en este caso cuesta R$60, los 60 minutos.

Los espacios (o salas) están organizados por golosinas, algunos incluyen indicaciones de qué tipo de aplicación usar para que la foto o el video quede mejor (increíble pero real). En cuanto a las golosinas encuentro, para mi sorpresa, que hay varias que corresponden a dulces típicos brasileños. Esto resulta interesante tanto para el visitante local, que puede aprender sobre la historia de sus dulces, como para el extranjero que casi en un pestañeo puede ver el panorama de las golosinas más populares de Brasi.

La sala Quindim, mi preferida del recorrido, incluye bancos con la forma de este flancito de origen portugués hecho a base de yemas de huevo y coco junto a la posibilidad, mediante visores de realidad virtual, de viajar al Planeta quindim y allí disparar confites y malvaviscos de todos los colores hacia el espacio exterior. Una experiencia única y reconfortante para cualquier fanático de las golosinas.


Por otro la sala Brigadeiro cuenta con subibajas en forma de cucharas y uno de estos bombones en tamaño gigante para fotografiarse, pero hay que hacer una larga cola, demasiada. Para quienes no estén familiarizados con el término brigadeiro se trata de una especie de trufa a base de leche condensada, chocolate en polvo y granulado.

Esta golosina es sin duda alguna la más representativa y predilecta de Brasil, infaltable tanto en las mesas de los cumpleaños infantiles (es fácil de hacer y económica) como en las inminentes boutiques gourmet donde existen versiones que reemplazan el granulado por ingredientes más sofisticados como: pistachos, crema de avellanas, chocolate belga. En cualquiera de sus versiones: artesanales, gourmet o industrializadas este bombón es algo de otro mundo y realmente enloquece a cualquiera que tenga la suerte de saborearlo. 




También hay espacios dedicados a dulces populares en todo el mundo como: chupetines, ositos gominola (tipo Haribo, Yummy), galletitas con chips de chocolate, donas y bebidas azucaradas. Todo lindo, todo blando, todo rosa.

Este dulce y delicioso festín está pensado para colmar todos los sentidos y como si fuera una pastilla de frutilla en tu boca, disuelve el amargor de la vida real al menos por un ratito. Al acercarme a la salida un cartel me agradece la visita y me invita a que continúe siendo feliz fuera del museo.



Cómo podré serlo si ni bien cruzo la puerta que me devuelve al mundo real, la mágica burbuja rosada en la que el museo me tenía encapsulada se pincha y comienzo a sentir esa sensación de estar de pronto demasiado empalagada.


Cariños,
Naná ❤️



¹ Según estudios, una persona brasileña puede llegar a consumir hasta 67 kilos de azúcar al año, mientras que en Argentina el promedio es de 44 kilos superando tanto a la media mundial como a las cantidades ingeridas en los países desarrollados que es de 35 kilos.
² Máximo productor de gomitas en Brasil que también podemos disfrutar en Argentina, muchas veces en ofertas en el tren Roca.
³ Marca de Unilever que se importó a nuestro país entre los años 2000 a 2005 pero debió retirarse por la baja rentabilidad que le dejaban a la multinacional.

jueves, 14 de noviembre de 2013

COLABORACIONES NANÁ: Niños gatos descubre el helado "Glow in the dark", brilla cuando lo lames.

¿Tenés calor?
Tomate un helado que brille en la oscuridad.


"El alimento, inventado por el empresario británico Charlie Francis -dueño de la heladería “Lick Me I’m Delicious” (“Lámeme Soy Delicioso”)-, fue posible gracias a la sintetización de la proteína que le da su brillo a las medusas.
“Se trata de un helado con extracto de medusa que brilla en la oscuridad, usando proteínas activadas por el calcio que reaccionan cuando se les agita, o para ponerlo en un sentido no científico, cuando lo lames”, explicó Francis en el blog de la compañía.
A ello, agregó que el producto es inofensivo: “¿Es seguro comerlo? Bueno, yo probé un poco y parece que no estoy brillando en ninguna parte, así que diremos que sí por ahora”, bromeó.
Según precisó el sitio especializado Cnet, el truco es que la proteína reacciona con el pH neutral de nuestra lengua. “Tu lengua calienta la proteína en el helado, aumentando su nivel de pH y produciendo el brillo”, afirmaron.

Fuente: http://www.biobiochile.cl/2013/11/07/compania-britanica-crea-novedoso-helado-que-brilla-en-la-oscuridad-cuando-lo-lames.shtml



Gracias Cati por la info ♥♥