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miércoles, 23 de julio de 2014

COLABORACIONES NANÁ: Topic de la semana: Fusiones de golosinas, cuando la distancia entre lo dulce y lo salado no existe.

Yo se que debería postear algo que sea producción propia, pero estoy muy corta de tiempo y además en el día de ayer recibí una nueva colaboración, excelente, 10.
La misma, por pura magia, está fuertemente asociada al tema que estuvo circulando por mis redes sociales y mesas de gente querida estas últimas semanas. Ahora, ya, en este momento, existe un tópico que no nos deja dormir: la experimentación de lo dulce y lo salado, pero junto. Gente q se empeña en fusionar azúcar con sal.
Golosinas fritas, exceso, papas fritas bañadas en chocolate, queso y chocolate, helado con papas fritas,  etc. Estupefacta quedé al escuchar con naturalidad los siguientes enunciados:
1) "es común freír oreos"
2) "es común freir mars bars" (y parece q mucha gente lo ha probado(en distintos países del mundo))
3) "existe gente q fríe coca cola y luego la incorpora a postres."
En fin, todo esto viene al tema q nos presenta Wally hoy, cuyo simple título "Saladas" nos adelanta bastante de lo q se viene.
Mi pregunta es queridos seguirdores de @estilo naná ¿hasta dónde es capaz de llegar nuestra preferencia por lo dulce?, ¿se puede elegir una de dos y sostener dicha elección con sinceridad durante toda una vida? 
Bueno para reflexionar un poco sobre esto los dejo con la nota que escribió Wally  que como siempre nos acerca algo  impecable, con una fuerte carga de profesionalismo y compromiso extremo con este blog. Espero q la disfruten!!
Besos para todos, los quiere:
Naná.

Saladas


A pesar de tener algunas colaboraciones en este blog y ser un goloso por naturaleza, tengo un pecado que confesar: prefiero lo salado a lo dulce. Realmente es así. Incluso no puedo desayunar dulce, sino que necesito lo salado. A la americana. Entonces me detuve a pensar en las golosinas saladas que he probado.
Hace unos cuantos meses atrás, Naná me hizo un breve cuestionario en donde preguntaba cuáles eran mis golosinas preferidas y las que más detestaba. Pues bien, mi opción preferida son los conocidos M&M’s de maní, mientras que existe una que de solo acordarme solo me trae arcadas: unos horrendos chicles llamados “Bacon Gumballs” cuyo repugnante sabor a panceta hecho chicle solo es comparable en fealdad a una blasfemia. También recuerdo cuando por error mi mamá me trajo unos M&M’s de pretzel cuyo slogan “Crunchy, salty, sweet” me ponía más triste que la película Marley y Yo. Yo quería de maní…


Entonces me puse a investigar un poco y al parecer hay un mercado para las golosinas saladas, como pastillitas saladas, palitos de charque, gomitas de pretzel marca Haribo y por supuesto golosinas chinas (estimo que chinas, sino orientales), que como se puede apreciar en un post anterior, son una lotería.
Existen también las golosinas picantes, muy comunes en mercados como el mexicano o el peruano, cuyo uso del picante como “endulzante” se remonta a tiempos precolombinos. Tampoco son de mi mayor agrado, pero eso irá a otro post.


Por lo pronto quiero finalizar diciendo que me encanta lo salado, como me gusta lo dulce, pero por separado. ¿Para qué mezclarlos?

domingo, 10 de noviembre de 2013

COLABORACIONES NANÁ: Walter Dvorkin comparte con Naná su experiencia golosinera en Wangfujing

Conocí a W. en un recital de Bosque de Antenas y al toque me di cuenta de que sabía mucho de golosinas. Incluso llegué a pensar que sabía más que yo y me sentí algo amenazada.
Nunca más volví a verlo, pero por alguna razón, me envío vía L. unos increíbles scaneos de golosinas que hasta el momento no pude subir pero que hicieron que de alguna manera sigamos en contacto.
Con el pasar de los días Walter a quien ya puedo llamar Wally, se convirtió en un excelentísimo colaborador de estilo naná envíandome reseñas maravillosas  dignas de publicar en este blog. Como son varias voy a empezar con la primera que me envió:  "El riesgo que comprar sin saber", un relato sin desperdicios de su experiencia golosinera en Beijing.

Aprovecho para agradecerle la buena onda y su infinita predisposición y generosidad para con este blog.



El riesgo de comprar sin saber

A fines de agosto de 2013 tuve la oportunidad de visitar Beijing por dos maravillosos días. Después de hacer a pie Seúl y recorrer medio Beijing por el mismo medio, decidí que mi visita a la Muralla China fuera en un tour. Ya se sabe cómo es esto: guía en inglés, van, pasajeros de todos los puntos cardinales, almuerzo y visita a las atracciones principales. Además de otros “museos” en donde los guías reciben su comisión en caso de vender algo.

Llegando al final del tour, en el “Museo de la Seda” (en donde desafortunadamente para los organizadores nadie compró ni un hilo), un muchacho de Singapur me pide una fotografía junto a él…a lo cual le espeto con una pregunta por si conocía: ¿dónde me convenía comprar golosinas en China?
China es un lugar, como en la mayoría de Oriente, en donde todo se regatea. TODO menos lo comestible. Si se ve el precio en el mostrador o en la góndola, ese es el precio. Para algunos, el regateo es una de las cosas más divertidas del planeta. Para mí es lo contrario, me genera un estrés de mil demonios. Por lo tanto, había averiguado que si compraba en un supermercado las golosinas, iba ser un pingüe negocio. No obstante, yo quería algo más, un ingrediente que Wilson, el singapurense, me reveló: ir a Wangfujing.

Wangfujing es uno de los lugares más característicos de Beijing, y si se quiere tener una experiencia a lo Marley (Alejandro Wiebe, no Bob), se debe ir ahí. Hay para comer calamares, estrellas de mar, pato, escorpiones, serpientes, ciempiés y la delicatesen arácnida. Pero este es un blog sobre golosinas, así que no abundaré en ello.

Luego de degustar algunas de las exquisiteces antes mencionadas, decidí comprar mis preciosas golosinas. Y de la manera que todos los golosineros hacer: que pongan todo lo que haya en una bolsa sin saber qué es, que nos cobren por kilo y después…y después vemos. He aquí el quid de la cuestión: el hecho de comprar sin saber qué.

Al muchacho que me atendió le dije simplemente “poné distintas cosas en las bolsas y termosellala que en Buenos Aires pruebo”. Y es así como me traje a la patria dos bolsas con un surtido de lo más misterioso. Y es realmente misterioso porque cada paquetito que del surtido traía en sí una sorpresa.
No saber ni media palabra de chino logró que cada envoltorio llamara la atención. Algunos eran simple dulce de batata, otros eran dátiles recubiertos, un bloque verde muy duro con semillas de sésamo pero con gusto a tierra hasta llegar al extremo de que comer una especie de huevo de pájaro aplastado picantísimo.


En conclusión, las golosinas que compré en Beijing resultaron ser mucho más exóticas y extrañas de lo que imaginaba. Y en parte me arrepiento de no haber probado antes de comprar. Pero en parte no, es el riesgo de comprar sin saber. Una lotería, dicen.



Walter Dvorkin
nació en el año 1988, vive en el barrio de Belgrano y es empleado de una aerolínea.
Su golosina favorita son los M&M de maní, confiesa que se compra bolsas de un kilo y no le duran. No tiene muchas golosinas que le repugnen pero si tiene que elegir una elige las bacon gumballs.